jueves, 4 de diciembre de 2008

Dame la mano. Probando

Se pasan un vaso. En realidad él le pasa un vaso, y con el movimiento le roza con su mano un dedo. El dedo de ella recibe el roce, lo acepta y hasta lo disfruta, y él se da cuenta y entonces vuelve a rozar el dedo, esta vez sí, premeditadamente. Y mientras sus manos se encuentran ellos no se miran, hablan con otras personas o hablan entre ellos pero de cosas sin importancias, no coquetean con las palabras, pero sus manos si coquetean, permanentemente, se unen y se separan, y ya no es un dedo, ahora se agarran las manos enteras, y se acarician mutuamente, sin hablar de eso, sin decir nada, solo se comunican con el tacto y siguen conversando con otras personas sobre literatura y poetas chilenos y españoles. No conocen sus nombres, no se conocen ellos, pero sus manos se conocen, se disfrutan, se encuentran, sus dedos se entrecruzan con toda la confianza y desfachatez posible. Solo ellos se dan cuenta, viven dos realidades al mismo tiempo, el ambiente social en el que están, con amigos, conocidos y desconocidos por conocer, y esa unión tan difícil de explicar, tan llamativa como natural. No necesitan palabras y entonces es todo tan fácil, físicamente sus manos se aceptaron y entonces es todo tan fácil, no conocen sus deseos ni sus miedos y entonces es todo tan fácil, no necesitan saber lo mediocres que son y entonces es todo tan fácil. Por momentos sus manos se aprietan y eso es porque necesitan saber que el otro está ahí, esperando, compartiendo o simplemente acompañando. Después se aflojan y apenas se tocan y se causan cosquillas, que logran erizar el cuerpo entero y causan esa electricidad que solo es posible detectar en el otro cuando el entendimiento físico es absoluto y el entendimiento físico entre ellos es absoluto. Todo su cuerpo se entiende por el solo contacto de las manos, todo el cuerpo menos los ojos, porque sus ojos nunca se cruzan, sus ojos se escapan, se esquivan. Pero sus manos están tan cómodas la una con la otra, como si se conocieran de años. La piel de él se lleva tan bien con la de ella. A ella le gusta tanto tocar la piel de él. La noche está terminando y las manos reconocen eso, se tienen que empezar a separar, pero qué difícil, se despiden, pero qué difícil. Primero con caricias suaves y poco a poco se tocan con más violencia , más violencia, más violencia, hasta que se lastiman, mucho, muy fuerte y se separan. Para siempre.